lunes

Declaración forzada

No es así como lo pensaste alguna vez... Será cuestión de que te mires, de que sientas mi nudo en la garganta, mi sudor de pesadillas y la forma en que mis manos tocan cuerpos asimétricos a sus necesidades.
Muero lentamente en el fuego eterno de la somnolencia onírica a causa de la existencia de ciertos seres.
Ando igual de perdida, igual de muerta, sombría en algún estado lleno de éxtasis.
Como las frases que mi boca envidian, que emiten con la inconsciencia jamás deseada. En silencio y con los pies descalzos ataré mis recuerdos a la piedra que el río tragará para perderse por fin.
Hoy no puede sentir nada, ella está durmiendo lejos... lejos de todo aquello que algún día pensó sería propio; como imaginando ese mundo que no existe, que crearon y disolvieron solo para que llorara hasta la eternidad.
No malinterpretes sus delicadas y ansiosas palabras, lo que menos quiere es hacerte daño. No a ti, menos a nadie.
Violencia manifiesta, sin daños a terceros, sin gritos en el aire, mucho menos con fuerza bruta; todo en la paz de la incapacidad para defenderse. Muchos contra uno, uno solo en medio de la nada... Una.
Madejas de hilo que se expanden por escaleras tibias, llenas de fotos que se destiñen con el sol cálido de septiembre, hojas de árboles que siempre saben caer, y su voz acallada por manos gruesas que superan la barrera del sonido.
Caen sobre el polvo blanco de los pañuelos limpios. Inmaculada tu anatomía, tus manos, tu alma y tu ser, benditos los que interactuaron por ti; sin compromiso alguno de la responsabilidad.
Mente decapitada por un halo de ignorancia bien pagada y recibida, aceptada con la mejor de las bienvenidas en la soledad de un salón preparado para el ágape de manjares que rodean la aureola de tu angelical presencia.
Banquete dulce, tierno y pulcro para los obreros destructores de personalidad, esperanzas y fe.
Dispara con tus armas, sí a ti te digo: Dios incólume y aparentemente omnipresente, eres más lo sabes, haces menos, lo vi.
Cantidad de puntos a aparte, suficientes, nunca escasos. Mármol frío, lapidario, tan poco benevolente, sutil como brisa de verano, agrío como hiel.
Aniquilaste como amor a tus deseos, las joyas más preciadas de la reina. Ella lloró por ti, sin embargo la distancia la hace morir... Las victimas necesitan de su victimario, no será por justicia será por equidad.
Abominación convertida en un anhelo fichado entre el querer y el poder. No hicimos lo justo, hay que pagar el error. Más como toda historia feliz, hoy a esta le falta el toque final:
Y vivieron felices por siempre...

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